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Bled |
Después de cuatro años como
bloggera nunca había sentido la necesidad de evadirme de esta plataforma hasta
ese dos de enero. No, no os voy a mentir, siento que las redes sociales no
están funcionan como me gustaría. Y esto no es nuevo, cada vez más nos estamos
vendiendo a las marcas, a los estereotipos, sin inspiración, sin originalidad y
sin ganas de vernos. No soy la primera que no muestra la realidad de mi vida al
100% en mis redes sociales, nadie lo hace, pero de ahí a crear un imperio a
base de una imagen reconstruida y sobrecargada creo que hay una buena
diferencia. Es entonces cuando sale mi necesidad
de preguntarme si nuestro perfil es un espejo ligeramente teñido con nuestra
esencia, con lo que nos gustaría ser, o es un personaje de ciencia ficción que
ronda nuestras cabezas.
Nunca hice nada sin inspiración y
sin ganas, y es por eso que un día decidí y necesité alejarme para reflexionar en
todo esto, sobre cómo enfocar mi creatividad. Más que perder la inspiración diría
que se trató de perder el rumbo, de dejar de ver una finalidad en aquello que
hago. Y surge, llega esa necesidad de alejarse y ver
todo con otros ojos, de tener otra perspectiva, de otra realidad. Ahora bien,
si me preguntáis cómo me he evadido todo este tiempo no sabría muy bien que
decir.
He viajado, he sentido, he reído
y he llorado. Tan intensamente que me he planteado qué he hecho los otros 21
años de mi vida. He dejado el noventa y nueve por ciento del armario en España,
me he llevado cuatro jerséis y dos botas a Eslovenia, un país que en mi vida pensé que
viviría, si quiera por seis meses. He olvidado muchos días el maquillaje en un
cajón, me he ido a correr, a subir montañas, explorar ríos y llegar hasta donde
me dieran las piernas, literalmente.
Y sí, he dicho viajar. He explorado un trocito la costa
Adriática en Trieste, probado la mejor pizza en Como y dado tumbos por las
calles de Milán. He pateado Turín con el mejor guía local, recorrido Budapest
subida en el Danubio, bajado las montañas de Suiza en trineo y también subido algunas
hasta quedar sin aliento. He rayado un coche en Graz y viajado a Viena contando
mi vida a una completa desconocida.
Y sobre todo, sobre todas las
cosas, Eslovenia, porque no podía tener otro título ni otras fotos para
enseñaros con más nostalgia, recuerdos y asombro. Asombro de encontrar el
paraíso de naturaleza en vida, de quedar sin respiración al ver Bled desde las
alturas. De patear Maribor, mi hogar, de punta a punta hasta llegar a ser capaz de describir cada
rincón con los ojos cerrados. De perderme entre los dragones de
Ljubliana. De sentir la nieve en la piel, el frío antártico de la noche y
congelarme, mucho, muchísimo. Un país tan desconocido como mágico. Y ahora que
miro atrás me invaden cientos de recuerdos, de personas y de lugares que me
hacen viajar, y me hacen preguntarme si esto no es evadirme, de verdad no sé lo
que puede ser.
Nos vemos pronto con más novedades
↓ Bled ↓